La propuesta es clara: renovar el repertorio acústico de los besamanos y/o besapiés que se celebran. La muerte de Asse del noruego Edvard Grieg por estar, mejor está detrás de un paso que dentro de una iglesia, las saetas de Francisco de Paula Solís para el Silencio muy vistas y los discos de marchas a orquesta muy tópicos. Los discos de gregoriano es recurso de última hora así que la propuesta pasa, por ejemplo, por Pëteris Vasks. La inmensidad de una mirada, de un beso, de una capilla con otras luces. ¿Se imaginan su Dona nobis pacem sentados en un banco contemplando las Llagas del Cristo de la Caridad? ¿O avanzando con dificultad en una cola para llegar a besarle el pie al Cautivo mientras por las naves de la Catedral se eleva al cielo su Pater noster? Es cosa de estar en San Agustín, en el magnífico Quinario de Cristo descendido de la Cruz, a oscuras -una capilla con otras luces- sonando su Misa. Viene todo esto a raíz de una grabación de la Sinfonietta de Riga y el Coro de la Radio de Latvia cuya portada ilustra esta entrada. La propuesta es clara: invitarles a escucharlo y el resto imaginarlo hasta que lo vivamos.