jueves, 17 de septiembre de 2009

Con cuatro sílabas

Nunca cuatro sílabas pudieron decir tanto, resumir tanto y no morir en el intento: magnífico, estupendo, excelente, formidable, asombroso. Así fue lo que (vi)vimos el 15 de septiembre de 2009, ayer, en apenas un centenar escaso de metros. A Santiago y a San Pedro se le abrieron las puertas hacia adentro y se les coló la ciudad taponando la hemorragia de buen gusto. Lo de Santiago es un tren que no tiene nombre y al que afortunadamente se suben más dolores por instantes. Lo de San Pedro fue un vientre abierto al mundo que nunca cicatrizará en la memoria colectiva de los que han descubierto a la dolorosa de Nicolás Prados y esa esencia de señorita antigua -mucho más antigua que las señoritas-, dama de corte del XVI, enjoyada y luctuosa, magnificente de perlas y corazones traspasados. El gusto aparece, aflora, brota y reconcilia las ganas y apacigua las ansias. Como dando de beber al sediento se abren las puertas de Santiago y el maná brilla en las sienes de la dolorosa breve instaurada en la cerradura de los siglos que abre y que cierra a su voluntad y cada día somos más los que caemos rendidos al peso de sus bisagras. Más abajo, la otra, la más oculta, con la que otras veces han jugado al despiste se baja de su capilla antigua con aquel porte de cuadro en la pinacoteca de la memoria y nos acerca su mano como nunca recordamos. Con cuatro sílabas bastaba para decir esto, decíamos. Escojan: magnífico, estupendo, excelente, formidable, asombroso.
Fotografías de Juanmi Viedma y Victor González