sábado, 26 de noviembre de 2005

Marchas y obras extraídas de la música clásica de los periodos del romanticismo

Por José Ramón Muñoz Berros
Publicado en “Preludio penitencial”
Editorial Marsay

En este capítulo queremos significar la importancia de un puente existente entre las obras del movimiento romántico como antesala de riqueza de nuestra música procesional.

Así, de esta forma, podemos sacar a la palestra cómo las denominadas “marchas fúnebres” en la terminología clásica llegan a ser adaptadas e instrumentadas para banda de plantilla completa con el fin de otorgarles a estas piezas un determinado papel en las manifestaciones sociales de la época. En este caso esas manifestaciones de índole religiosa consistían en ornar los desfiles pasionistas.

Muchas de estas obras responden al concepto de “la Tranesmusik”, es decir, destinadas a subrayar el cortejo funerario de un héroe. El primer caso al que podemos hacer alusión clara es a la Marcha fúnebre de Sigifrido del Ocaso de los Dioses del compositor Richard Wagner. También hay constancia de otra marcha fúnebre como es la de Beethoven escrita en honor del Emperador Napoleón Bonaparte.

El paradigma más cercano a nuestra atmósfera semanasantista lo constituye la pieza Jone o L´ultimo giorno di Pompei original del compositor Enrico Petrella, natal de Palermo. Se trata de un drama lírico en cuatro actos. Fue estrenado el 26 de enero de 1858 en el Teatro Scala de milán. En Madrid tuvo lugar el 25 de mayo de 1872 en el Teatro y Circo del Príncipe Alfonso.

Jone tiene como libretista a Giovanni Peruzzini y está basado en la novela del escritor Edward Bowler-Lytton denominada Los últimos días de Pompeya. El término Jone es, en realidad, el nombre de una mujer llamada Jona que es la protagonista de la referida novela. Una de las arias de este drama lírico recibe el título de O Jone di ques´t anima.

Cuentan que en el estreno de la obra en 1858 iba a ser interpretada la famosa marcha fúnebre pero no pudo cumplirse este propósito pues la banda militar que había de prestar este servicio tuvo que marchar al frente para librar un combate bélico.

Esta grave, solemne y fúnebre pieza fue adaptada a plantilla de banda por Manuel Font Fernández de la Herranz.

Otro trasvase de una obra romántica se ha gestado con La muerte de Aase del compositor noruego Edward Hagerup Grieg. Se trata de la segunda de las cua-tro partes de la Suite n.º 1, op. 46 Peer Gynt. Obra estrenada el 24 de febrero de 1876 en Cristiania (actual Oslo), capital de Noruega. La temática de la obra, extraída de una leyenda popular noruega, se inspira en la vida y drama picaresco del aventurero Peer Gynt cuyas hazañas se desarrollaron en tierras árabes, saharauis, etc. De ahí las danzas marroquíes que llenan la obra y le dan un toque exótico y orientalizante.

El fragmento que nos interesa es la muerte de la madre de Peer Gynt que consiste en un andante doloroso en modo menor que es confiado a la sección de la cuerda. Toda una hermosa página romanticista que nos descubre esta miniatura elegíaca del compositor noruego. El arreglo y transcripción para banda de música fue realizado por José Albero Francés. Fue puesto en escena por la Banda municipal de Sevilla en un concierto celebrado en Santa Marina en la Cuaresma de 1998 (…)

Uno de los más trascendentales e insignes casos de instrumentación de obra para banda persiguiendo estos fines es el que protagonizase Emilio Cebrián el cual versionó la célebre Marcha fúnebre del pianista y compositor polaco de origen francés Fréderic François Chopin. Se trata de la Opus 35 siendo la 2ª sonata para piano en Si bemol menor, su tercer movimiento para ser más exacto. Esta obra está fechada hacia 1837 siendo concebida por Chopin, en primer lugar, la universal marcha. Después le agregó el primer movimiento y, a continuación, el segundo y cuarto.

Relatan las crónicas que en la muerte del compositor, acaecida hacia mitad de octubre de 1849 en París, esta pieza fúnebre fue interpretada durante el transcurso de sus propios funerales.

Peter Dobson declara textualmente en esta dramática y lúgubre melodía: La tensión se ha elevado a un punto en el que la emoción de la célebre marcha fúnebre, sin adorno alguno, reina en todo momento; hay un soñador interludio, una vuelta al primer ceremonial, y silencio. El último movimiento no tiene precedente alguno y tuvo que haber causado una gran impresión en 1839. se ha dicho que evoca sentimientos de pánico e irrealidad, que va en pos de las tinieblas, o (cuando lo interpretaba Rachmaninov) que el viento rugía por entre las lápidas. Seguramente el detalle más significativo es que Chopin lo dejó sin título descriptivo.

A pesar de ser una pieza bastante asidua en determinadas jornadas de nuestra Semana Santa son muy escasas las graba-ciones discográficas y sólo podemos remitirnos a la que en 1987 realizara sobre esta pieza de hondo patetismo la Música de la Cruz Roja.

Del compositor parisino Charles François Gounod tenemos otro ejemplo con la obra Juana de Arco (1873) Al parecer esta pieza queda englobada dentro del apartado que el compositor consagró a la música incidental. En las obras de Gounod pueden apreciarse como dominante la vena litúrgica y devota del autor que tiende, claramente, al misticismo sacro. Incluso baraja pasajes donde se hace presente la polifonía palestriniana del canto gregoriano.

Ignoramos quien pudiese realizar la instrumentación para banda pero lo cierto es que el Maestro Tejera la incluyó en el LP que editó con Senador para la cuaresma de 1992.

Otra pieza escogida para ornar los desfiles penitenciales a nivel nacional es la Marcha Fúnebre variada, Op. 59, del pianista y compositor suizo Sigismond Thalberg. Actualmente esta pieza es considerada en algunos lugares de nuestra geografía nacional como un verdadero himno semanasantista. Éste es el caso de la bella ciudad castellana de Zamora. Esta composición pianística fue introducida en la citada ciudad por músicos como el maestro Haedo de la Banda provincial de la Diputación de Zamora o el Teniente Villanueva del Regimiento de Toledo. Es muy posible que la introducción de esta pieza tuviese lugar en la década de los años 20-30 del siglo XX.

Existe una grabación de esta obra en un doble disco compacto denominado Marchas para la Semana Santa de Zamora (1997) que tiene como intérprete a la banda Sinfónica de la Agrupación de infantería de Marina de Madrid bajo la prestigiosa dirección del Teniente Coronel Bernardo Adam Ferrero. También fue grabada en un disco por la banda del Consorcio de Fomento musical en 1989 bajo la dirección de Nacor Blanco Toranzo.

Melodía fúnebre solemne y pegadiza que es completada como quintaesencia del zamorantismo más profundo y emotivo.