Cuando nadie nos ve. Cuando San Agustín se ha quedado con su cofradía en las entrañas y afuera llora. Cuando se ha vaciado de hermanos, devotos, fieles y curiosos. Cuando nos abren otra puerta. Cuando verificamos un saludo. Hoy que llueve como entonces, como el Jueves Santo de 2008, como el de 2007, como el de 2002 (gracias por el dato, Lola Haro). Hubiéramos visto un palio con claveles rosas.