Escribe esta semana Mónica Sánchez Argilés sobre las instalaciones, 'un género, un medio, una práctica, una noción -en ningún caso una moda pasajera-' que 'sigue respondiendo con eficacia a las necesidades expresivas de los creadores'. Resume la Wikipedia que las instalaciones incorporan cualquier medio para crear una experiencia visceral o conceptual en un ambiente determinado. ¿Y quién es capaz de leer esto y no pensar en una mañana de pasos montados en la Catedral? ¿Quién es capaz de no figurarse una catedral de nervios y pasos, de espacios, de piedra, madera y tela, de pinturas, de policromía, de bordados, de oro y de metales? ¿Quién no es capaz de pensar en esa efímera instalación que antecede a la Semana Santa 'como la ampliación lógica de los límites escultóricos'?
Sorprendentemente para muchos, en un tiempo dominado por la influencia de los medios masivos del cine, la televisión, la música, la radiodifusión o internet -medios de carácter inmaterial, que niegan la experiencia física en el lugar- la instalación, un arte inminentemente material y que demanda del espectador la experiencia artística del “aquí y ahora”, sigue gozando de plena salud.
Eso ya lo sabíamos nosotros. Como que hay autores que 'emplean la instalación para enunciar desde ahí conceptos del pasado y del presente'. Eso lo saben todos los que van y entienden muchas cosas gracias a los pasos y a las cofradías. La instalación es lo que sigue al montaje. Luego saldrá la cofradía pero eso ya será otro día.