sábado, 26 de noviembre de 2005

Una aproximación a la obra procesional de Manuel López Farfán

En noviembre de 2005 esta Tertulia y el Foro cofrade “Capillitas de Almería” se unen para organizar dos audiciones comentadas sobre la obra de Manuel López Farfán una y las tres generaciones de Font que alumbraron la mejor etapa de nuestra música procesional la otra. La primera corrió a cargo de José Manuel Castroviejo López mientras en la segunda intervino junto a Alfonso Valverde-Fredet Gallego.




En la primera, que ya se encuentra disponible y se puede escuchar en el blog, José Manuel Castroviejo habló del genio de San Bernardo en una didáctica y amena conferencia en la que se analizó cada una de las marchas que compuso así como las genialidades en ellas escritas.

Manuel López Farfán nace en Sevilla, en el popular barrio de San Bernardo, en 1872. Ya desde muy joven pertenece a distintos regimientos, llegando a participar en las guerras de Melilla y Cuba. La primera marcha que compuso no está dedicada, curiosamente, a ninguna imagen, sino a Leonor Navarro, madre de su maestro de música. Se titula “En mi amargura” y está firmada en Córdoba en 1896. Sin embargo, procedió a cambiar su título por el de “El Cristo de la Exaltación” en 1906.

En 1899 compone “Esperanza”, una dulce marcha inspirada en la Esperanza Macarena, aunque oficialmente no está dedicada. Es de esquema simple, bellas melodías y conseguidos contrapuntos: una introducción, primer tema, segundo tema, una recapitulación del primer tema y el trío, que se repite.

En 1903 ingresa en el Regimiento de Granada nº 34, en Sevilla. Durante su estancia en dicho Regimiento (hasta 1907) compondrá algunas marchas. En 1904 da a luz a “Spes nostra”, esta vez sí dedicada oficialmente a la Virgen de San Gil. Incluso cedió los derechos a la hermandad, tal como puede leerse en la portada de la partitura original. Con respecto al esquema musical guarda la misma línea que “Esperanza” y todo lo que va a componer durante estos años, aunque ya en “Spes nostra” hace una nueva aportación al género, y no es otra cosa que una saeta que, según la partitura, debía ser tocada por un fliscorno desde el extremo de la Banda.

En 1907 estrena dos composiciones más: “Al Santísimo de la Exaltación” y “Al Santísimo Cristo del Amor”, también muy bellas y de estructuras similares a las anteriores, muy clásicas. Asimismo, parece ser que ese mismo año compuso otra marcha titulada “La Virgen del Linarejo”. Lamentablemente sus partituras no se conservan, por lo que desconocemos a qué imagen fue dedicada.

En 1913, ya en el Regimiento de la Reina nº 2 de Córdoba, y continuando con la tradición que le precedía, procedió a adaptar la marcha fúnebre de Sigfrido, de la ópera “El Ocaso de los Dioses” de Richard Wagner, para que fuera posible interpretarla en los desfiles procesionales. Con dicha banda llegó a acompañar a varias cofradías de Sevilla.

Antes del comienzo se repartió entre los asistentes un libreto con información para seguir con mayor comodidad la audición en el que se incluía, además, una serie de lecturas complementarias.

Manuel López Farfán: del romanticismo cordobés a la acuñación de un nuevo estilo por Mateo Olaya Marín

Marchas y obras extraídas de la música clásica de los periodos del romanticismo
por José Ramón Muñoz Berros

Los atrevimientos de Farfán por Ruth Gil Cinca

La corneta, esa famosa desconocida
por Enrique Pérez Martínez